Hoy quiero hablarte de una actitud específica que, estoy segura, es propia de muchas personas que conoces: el victimismo. Y para ello empezaré poniendóte un ejemplo.
Hace unos días me llamó la atención la conversación entre dos jóvenes mujeres.
“¿Qué tal estás?” le preguntó la primera.
“Uff…aguantando el tirón. Estoy en el paro y no encuentro una salida… Por como están las cosas, ya se que no voy a encontrar trabajo durante mucho tiempo y esto me mata. ¡Qué mala suerte he tenido! Lo estoy pasando fatal.”
La otra se quedó en silencio escuchándola con la mirada llena de comprensión. Luego dijo: “Animo! Yo también estoy en el paro. Sé que no es un buen momento pero estoy segura que va a ser una gran oportunidad para dedicarme a algo diferente, a algo que realmente me llene. Y puede serlo para ti también. En el fondo, el trabajo que hacías no te gustaba, ¿no?”
Y la otra: “Claro, tú eres afortunada, tienes un carácter positivo y va a ser más fácil para ti adaptarte al cambio. Pero yo no soy así.”
Siguió hablando de esta forma durante diez minutos más. La otra intentaba explicarle su punto de vista y animarla, pero cada vez que lo hacía la otra volvía a lo suyo y seguía con sus quejas.
¡Qué curioso! Las dos mujeres estaban viviendo el mismo acontecimiento y, sin embargo, estaban reaccionando de forma diferente. ¿Por qué? La respuesta está en el significado que le estaban dando a lo que les estaba pasando: estar en el paro. Para una era una desgracia, para la otra una oportunidad.
Así que, según la forma de interpretar lo que nos pasa, un despido puede transformarse en una tragedia o en un regalo, un resultado inesperado en un fracaso o en un aprendizaje y una crisis en un final o en un inicio. El significado que le damos a lo que nos pasa va a determinar nuestra actitud.
¿Qué es el victimismo?
Una persona que se comporta constantemente como una víctima es alguien que:
- Se queda en su propia zona de confort, aunque ésta no tenga nada de confort.
- Echa la culpa a los demás de todo lo que le pasa en su vida.
- Se queja constantemente pero no hace nada para cambiar su situación.
- Es capaz de contagiar a los demás con su actitud negativa y tóxica.
Siempre obtenemos un beneficio haciendo lo que hacemos, aunque pueda parecerte absurdo. Es decir, que llega un momento en nuestra vida, en que aprendemos a comportarnos de una determinada manera para cubrir una necesidad específica que en aquel momento está abierta.
Las personas que van de víctimas por la vida también obtienen una ventaja comportándose de esta manera. Es muy fácil decir “tú eres afortunada, tienes un carácter positivo y va a ser más fácil para ti adaptarte al cambio…” , y no hacer nada para cambiar la situación.
Cuando no hacemos nada más que quejarnos, nos conformamos con lo que hay, nos volvemos vagos, dejamos de avanzar y de desarrollarnos como personas.
Es sin duda más fácil actuar de esta manera que ponernos las pilas y comprometernos para cambiar lo que no nos gusta, para alcanzar resultados excelentes, para superarnos y romper las barreras de nuestros miedos.
Sí, es más fácil, pero al mismo tiempo es muy triste, porque cuando elegimos transformarnos en víctimas, renunciamos a nuestro mayor poder, lo que nos hace mágicos y poderosos: la posibilidad de elegir la vida que queremos, de ser la persona que deseamos.
El victimismo, la actitud víctimista, poco a poco, se expande a todos los aspectos de la vida.
Hay quien, por miedo a la soledad, se queda con una pareja equivocada con la esperanza de poderla cambiar sin darse cuenta que al único que puede cambiar es a sí mismo.
También está quien elige no comprometerse en ninguna relación por miedo a sufrir, pensando que así va a alejar el dolor de su vida, o quien renuncia a dedicarse a lo que realmente le gusta por miedo a la inestabilidad económica.
Transformar el victimismo en responsabilidad está en tu mano
Por suerte, cualquier víctima puede transformarse en responsable, en alguien que se arriesga y se compromete para transformarse en la persona que desea.
Las personas responsables son, ante todo, personas valientes, que superan los desafíos que la vida les pone adelante.
Entre ellas están las que son capaces de transformar los momentos difíciles en trampolines para alcanzar lo que realmente quieren.
Otras se arriesgan y dejan un trabajo seguro para liberar espacio a un nuevo proyecto, dándose la oportunidad de sentirse plenamente realizados.
Otras eligen ponerse mano a la obra para tener el cuerpo que desean y sentirse a gusto consigo mismas.
Responsabilidad significa “habilidad en responder”, así que una persona responsable es la que sabe responder a lo que la vida le pone por delante.
Asume la responsabilidad de tu propia vida
Asumir la responsabilidad de tu propia vida significa elegir actuar para conseguir ser la persona que deseas.
Significa tomar consciencia de todos tus pensamientos e identificar aquellas creencias que te están impidiendo ser la persona que quieres.
Significa elegir nuevos pensamientos constructivos que te hagan tener la actitud que que necesitas para conseguir los objetivos y los cambios que deseas.
Ken Robinson, en su fantástico libro “El elemento”, escribe:
“El Valle de la Muerte, uno de los lugares más calurosos y secos del planeta, se encuentra a unos cientos de kilómetros de mi casa en Los Ángeles. Pocas cosas crecen en el Valle de la Muerte, de ahí su nombre. La razón es que allí no llueve mucho. Cerca de cinco centímetros cúbicos al año por término medio. Sin embargo, durante el invierno de 2004-2005 sucedió algo asombroso. Cayeron más de dieciocho centímetros cúbicos de lluvia, algo que hacía generaciones que no pasaba.
Luego, en la primavera de 2005, ocurrió algo aún más extraordinario. Flores primaverales cubrieron todo el suelo del valle. Fotógrafos, botánicos y simples turistas recorrieron Estados Unidos para ver este espectáculo admirable, algo que probablemente no volverían a ver. El Valle de la Muerte estaba lleno de brotes nuevos y rebosantes de vida. Al final de la primavera, las flores se marchitaron y volvieron a deslizarse bajo la calurosa tierra del desierto, a la espera de las siguientes lluvias, cuando quisieran volver. Desde luego, lo que esto demostró fue que el Valle de la Muerte no estaba muerto. Estaba dormido. Solo estaba esperando las condiciones de crecimiento adecuadas. Cuando estas llegaron, la vida regresó al corazón del valle.”
A las personas nos pasa lo mismo: cuando alimentamos nuestra mente y nuestro corazón con pensamientos y creencias limitantes, cuando nos transformamos en víctimas e renunciamos a nuestro potencial, nos transformamos en un “Valle de la Muerte”.
Sólo cuando tenemos el valor de regar nuestra mente con pensamientos estimulantes y potenciadores, cuando por fin nos despertamos y pasamos a la acción para transformarnos en las personas que queremos, es entonces cuando podemos transformarnos en el jardín más exuberante.
Los resultados que tenemos en la vida no son nada más que el resultado de una estrategia mental. Si la que has utilizado hasta ahora no ha funcionado como querías, ya ha llegado el momento de cambiarla y de retomar las riendas de tu vida.
Imagenes de Shutterstock: Joven mirando triste a través de la ventana del coche y Sensación de paz en la naturaleza al atardecer