¿Sabes cómo utilizar la magia de las palabras para no caer en las profecías autocumplidas, que casi siempre son negativas? Descúbrelo en este artículo en el que encontrarás un ejercicio para practicar y exprimir la magia de las palabras en tu beneficio.
Ayer escuchando una entrevista de un famoso mentalista italiano, Francesco Tesei, me quedé reflexionando sobre una frase que me impactó: «La magia no se hace en las mangas del mago sino en la mente del espectador… el verdadero secreto de la magia es que el mundo está hecho de palabras…»
¡Qué reflexión más interesante!
La verdadera magia es que el mundo está hecho de palabras, o sea que las palabras son mágicas.
Escuchando estas palabras recordé que también Freud decía algo parecido: «Palabras y magia fueron al principio una y la misma cosa, e incluso hoy las palabras siguen reteniendo gran parte de su poder mágico. Con ellas podemos darnos unos a otros la mayor felicidad o la más grande de las desesperaciones, con ellas imparte el maestro sus enseñanzas a sus discípulos, con ellas arrastra el orador a quienes le escuchan, determinando sus juicios y sus decisiones».
¡Qué gran verdad!
A menudo nos olvidamos de la importancia de las palabras que utilizamos, no sólo con los demás sino también con nosotros mismos.
El poder de las profecías autocumplidas
Cada palabra evoca una emoción y ésta hace que tengamos una actitud particular que nos empuja a actuar de una forma o de otra.
Te pongo un ejemplo.
En los últimos meses he trabajado con dos clientes que tenían bastante sobrepeso.
Una, que llamaremos María, tiene unos 25 años, rubia, con dos bonitos ojos azules y una sonrisa preciosa.
La otra, Sandra, una mujer de 40 años, pelirroja y con dos profundos ojos verdes y bonitas pecas alrededor de la nariz.
Las dos querían adelgazar y mejorar su relación consigo mismas.
Cuando les pedí que me hablaran de su situación, ambas me contestaron de forma muy diferente.
María empezó diciendo «Soy gorda, ya me ves… Me detesto y me siento desesperada porque soy incapaz de adelgazar. Lo he intentado varias veces pero no puedo conseguirlo.»
Sin embargo, Sandra me dijo: «Últimamente he engordado. Soy consciente que he comido de manera equivocada y que he utilizado la comida como anti-estrés. Ahora quiero volver a sentirme bien en mi piel, quiero encontrar mi peso ideal y el estado de salud que deseo. Voy a dar lo mejor de mí para conseguirlo!»
Las dos tenían el mismo problema pero lo enfocaban de forma diferente, lo que claramente se percibe en las palabras que eligieron utilizar.
María utilizó unas palabras limitadoras que generaron en ella una actitud pasiva y de víctima frente a su problema. Utilizando el SOY delante de la palabra GORDA, hace que su mente interprete el hecho de tener sobrepeso (que es una condición pasajera), a un nivel más profundo, como una seña de IDENTIDAD.
Luego siguió con un “me detesto”, una frase de absoluto desprecio hacia sí misma, lo que sin duda no hace nada más que dañar todavía más su ya baja autoestima.
Y termina con un “soy incapaz de adelgazar”, llevando una acción (adelgazar) a una condición permanente con la que se identifica (soy incapaz de adelgazar).
¿Qué efecto hubiera tenido la misma frase compuesta de manera diferente?
Si María hubiese expresado el mismo concepto de manera diferente, por ejemplo así: «cómo puedes notar ver, tengo sobrepeso, por esto estoy aquí. Me gustaría mejorar mi aspecto y quitarme estos kilos de más. Aunque ya lo he intentado varias veces sé que puedo conseguirlo.»
Suena diferente ¿verdad?
La diferencia entre María y Sandra es que la primera se enfoca en el problema y se pierde en ello. La segunda, Sandra, lo hace al revés, concentra sus energías en la solución, sin caer en la espiral de victimismo de María.
Sandra tiene, en otras palabras, una actitud proactiva hacia la vida, lo que le permite superar y aprender de cualquier situación.
La magia de las palabras
La actitud que adoptamos frente a cualquier desafío de nuestra vida es una elección al igual que las palabras que elegimos para hablar con los demás y con nosotros mismos. Y cómo todo en esta vida podemos entrenarnos en ello.
Sí, porque lo que sentimos no es otra cosa que el resultado de la ESTRATEGIA MENTAL que estamos utilizando en un momento determinado y las estrategias se pueden cambiar.
Si eligiendo un tipo de palabras frente a otras somos capaces de generar emociones y cómo consecuencia de ello, acciones diferentes, entonces somos magos, magos que podemos hacer hechizos con las palabras.
¿No te parece increíble?
La forma en la que nos hablamos es crucial para nuestro estado de ánimo y, a su vez, esto va a afectar a nuestra actitud cotidiana; la actitud, finalmente, determina nuestras acciones que a su vez, crean nuestros hábitos.
Toma conciencia de las palabras que utilizas contigo mismo y haz el ejercicio de cambiarlas, de enfocar tus pensamientos en la solución y no en el problema.
Es importante que sepas que, además de las palabras que nos decimos, aun más importante es LA FORMA en que lo hacemos. Hagamos un ejercicio.
Ejercicio para exprimir la magia de las palabras en tu beneficio
Piensa en un diálogo interno tuyo personal, uno que sea negativo y que te esté limitando en este momento de tu vida.
Podría ser, por ejemplo, ese tipo de diálogo que activas automáticamente cuando te equivocas al hacer algo mal en el trabajo lo que te genera inseguridad y ansiedad.
Algo así como: «¡Todo lo hago mal! ¿Cómo pude cometer un error así? Soy un inútil.»
Si yo fuera a decirme la frase anterior, lo haría utilizando una voz enojada y decepcionada, una que tenga un tono profundo y un volumen tan alto que retumbe como un trueno en tu mente.
Lo que es seguro es que este conjunto de elementos crearía en mí un estado de ánimo negativo, un estado de ánimo que me llevaría a tener una actitud insegura en el trabajo. Y ello, a su vez, a cometer otros errores retroalimentando así todo el mecanismo.
La buena noticia es que puedes decidir qué decirte y cómo hacerlo.
Tú puedes desarmar a esta voz y quitarle así el poder que ejerce sobre ti.
¿Cómo? Es realmente muy fácil y te puedo asegurar que funciona.
Cuánto más practiques y repitas el ejercicio, mayor será el beneficio que obtendrás.
Volvamos al diálogo interno negativo que habías elegido antes.
Cierra los ojos y fíjate en el tono de esta voz mientras te dice esas cosas desagradables.
¿Cómo es? ¿Estás gritando? ¿Es una voz profunda y poderosa?
Percibe cada detalle.
Muy bien, ahora quiero que bajes su volumen, cómo si tuvieras un mando en tus manos.
Ahora que el volumen se ha reducido, quiero que cambies el tono profundo y terrorífico de la voz por la voz del… Pato Donald 😉
Ahora pon de fondo la música de los Pitufos… Ha cambiado la sensación, ¿verdad?
Y, ¿sabes por qué ha cambiado? Porque has cambiado la forma de hablar contigo mismo.
Ahora que has destruido esa voz, crea otra nueva, una voz que sea positiva, motivadora y que tenga el efecto de aumentar la confianza en ti mismo. Una voz que te aleje de creencias limitantes y te permita crear creencias posibilitantes.
Básicamente somos los directores de nuestras vidas, los únicos artífices de la realidad que vivimos o, por lo menos, de la forma en que la percibimos.
¡Transfórmate en mago y pon magia en tu vida! ¡Aprende a utilizar en tu favor, la magia de las palabras!
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