Hace unas semanas vi el documental Alimento para el cerebro de la 3ª temporada de la serie Brain Games de National Geographic Channel, en el que se muestra a través de diferentes juegos-experimentos como actúa el cerebro para elegir lo que comemos.
Pensé en ese momento lo ideal que era que todos los lectores del blog interesados en su alimentación pudieran ver el vídeo aquí mismo, pero me ha resultado imposible dar con él online. Así pues, te recomiendo que cuando tengas la oportunidad lo veas.
Los juegos-experimento realizados en el transcurso del vídeo han sido diseñados para demostrar que todo lo que comemos tiene mucho que ver con el cerebro y que lo que decidimos ingerir está influido por cosas que nada tienen que ver con la comida.
Es más, esto puede llevarnos incluso a comer cuando no tenemos hambre. Aunque todas las especies animales tengamos que comer para sobrevivir, sólo los humanos comemos más de lo que necesitamos (bueno, y algunos animales que viven con humanos).
La industria alimentaria es como un espectáculo que se monta para un sólo espectador: nuestro cerebro.
El vídeo explica a la perfección cómo a la hora de elegir qué comer, bien en un restaurante o al hacer la compra, nuestro cerebro está influido por varios y diferentes factores alejados de la comida, cosa que saben y explotan bien las marcas comerciales para atraernos hacia el producto que nos quieren vender.
Lo que comemos tiene poco que ver con nuestro cuerpo, sino que depende de lo que los vendedores puedan verderle a nuestro cerebro.
Las imágenes que se muestran en folletos, cartas o menús, anuncios televisivos o cualquier soporte utilizado para promocionar el alimento o plato de que se trate, son cuidadosamente preparadas para llamar la atención de nuestro cerebro y hacer que terminemos adquiriendo el producto, aunque finalmente la realidad poco tenga que ver con la imagen que ha captado la atención de nuestro cerebro.
Así se engaña al cerebro para que elija la comida
Voy a ir comentando algunos datos y conclusiones extraídos de varios de los juego-experimentos del documental, que insisto, te recomiendo veas si tienes la ocasión.
1. Empleo de platos más pequeños
Si nos presentan dos platos de distintos tamaños con la misma cantidad de alimento, lo usual será que optemos por el plato en el que pensamos que hay más cantidad de comida. Sin embargo, no es el estómago el que hace la elección, sino el cerebro.
El tamaño de los platos engaña al cerebro haciéndonos creer que en el pequeño hay más comida que en el grande; de hecho, esto es algo que se recomienda en muchas dietas de adelgazamiento, utilizar platos pequeños para tener la impresión de que se come más cantidad.
Igualmente lo hacen en algunos restaurantes o cadenas de comida, para que tengamos la sensación de que nos dan más contenido del que en realidad recibimos.
2. Diseño y contenido de los envases
Fíjate en los colores de la mayoría de los envases de alimentos en el super o la tienda; normalmente utilizan colores vibrantes o llamativos para atraer la atención del cerebro.
El rojo y el amarillo son colores que predominan en los envases de la industria alimentaria ya que son los dos colores más atractivos en lo que a comida se refiere y los que más fácilmente activan la señal de hambre en el cerebro.
La tipografía e imágenes que se emplean también pretenden engañar al cerebro. Por ejemplo, el empleo de una tipografía que se asemeja a la escrita a mano, nos induce a pensar que el contenido del envase es casero; o el empleo de imágenes de la naturaleza nos lleva a asociar el producto con algo natural.
Es fuerte lo que dice en el vídeo Susan Carnell, profesora de psicología de la Universidad Johns Hopkins: en muchos casos, las diferentes marcas venden productos que contienen los mismos ingredientes y se han elaborado siguiendo el mismo proceso, por lo tanto, lo que estamos comprando es el envase.
3. El impacto visual de la comida es más importante que los propios ingredientes de ésta
Por un lado, existen muchos productos a los que se le añaden colorantes únicamente para resultar más atractivos al cerebro del consumidor. Piensa en los yogures de sabores, muchos de ellos llevan un colorante que simula el color del fruto del que se supone están elaborados sin ser realmente necesario.
Por otro lado, evitamos comer aquello que a simple vista asociamos con algo negativo, aunque esté riquísimo. Aún sabiendo que se trata de algo comestible, el cerebro nos dice que no lo probemos ya que está diseñado para evitar comer aquellas cosas que podrían ser perniciosas para nosotros, activando en estos casos sistemas de defensa como arcadas o pérdida repentina del apetito. Reconoce comidas que pueden sentarnos mal sólo por el aspecto.
Para demostrar esto último, en el juego-experimento del vídeo, se ofrecían brownies con forma de excremento de perro. Naturalmente, la mayoría optó por otros brownies con formas menos desagradables.
Hasta aquí, explican como engañar al cerebro para que no comamos algo que éste considera peligroso para nosotros, sin embargo, el cerebro puede ser engañado para que comamos cosas que, si por nosotros fuera o por el propio cerebro, evitaríamos.
En el vídeo presentan los siguientes productos: insectos, anticongelante, petróleo y carbón y preguntan ¿cuál de éstos se puede encontrar entre las estanterías de alimentos en un supermercado? La respuesta es los 4, ya que todos ellos se utilizan como aditivos en la industria alimentaria.
Lo comemos, pero porque no sabemos que lo estamos haciendo; no lo vemos en el alimento y no somos conscientes de ello. De ahí, la importancia de conocer y leer siempre bien las etiquetas de los alimentos que compramos. Tal y como concluyen en el documental, es otra manera que tiene la industria alimentaria de engañar a nuestro cerebro.
4. El cerebro está culturalmente condicionado
Efectivamente, la cultura también condiciona el cerebro en lo que a comer se refiere. ¿Por qué, sino, vemos a algunos animales como comestibles y a otros no?
En uno de los juego-experimentos del vídeo muestran a un vendedor ambulante cuyo menú está formado por animales como iguana o castor. Nadie quiere probar sus platos hasta que pone en marcha dos acciones destinadas a atraer a nuestro cerebro llamando su atención a través de dos de nuestros sentidos: el oído y el olfato.
El hecho de poner un altavoz para que el sonido de la comida cocinándose llegué a los que pasan por ahí y el hacer que el olor se extienda más allá, hace que los transeúntes no sólo se acerquen a mirar, sino que aún sabiendo de qué se trata, lo quieran probar y comer.
Al oler la comida, se activa una señal en el cerebro que asocia el olor a otra comida que nos ha gustado previamente: la hormona ghrelina se libera en nuestro flujo sanguíneo y estimula el apetito.
5. El cerebro nos recompensa para que nos sintamos bien
¿Sabes porqué cuando te sientes mal y comes algo dulce te sientes mejor? Según el vídeo, esto está relacionado con un antiguo mecanismo de supervivencia mediante el cual el cerebro nos recompensa con sustancias que provocan placer cuando consumimos ciertas grasas, azúcares o comidas almidonadas.
Este tipo de alimentos o comida, activa el núcleo accumbens -del que se dice que tiene un papel importante en la recompensa, la risa, el placer, la adicción y el miedo-, liberando serotonina y dopanima, lo que nos lleva a sentirnos mejor en el momento, si bien otras de las consecuencias de este sistema de recompensa son el sobrepeso y la obesidad.
¿Hay alguna manera de engañar al cerebro que quieras añadir?
Imágenes: ShutterStock